Parir y nacer en la Venezuela del Hambre. Un reportaje de Efecto Cocuyo, OCCRP e ICFJ.
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EL DOLOR DESPUÉS DE PARIR
Hay que subir 149 empinadísimos escalones, los últimos de los cuales ya no son de cemento sino de tierra, para llegar a la vivienda de Zuleima Pérez. Es un rancho de tablas y zinc construido en la pendiente del cerro donde está enclavado el barrio Negro Primero, en la parroquia El Valle, al sur de Caracas. La vivienda es, apenas, una sola habitación de aproximadamente 20 metros cuadrados con una grieta que parte el piso en dos. Allí viven hacinados Zuleima, su marido y tres niños; la menor, Alexa, de apenas 14 meses de edad.
La familia y el hacinamiento van en aumento, pues Zuleima, de 34 años de edad, está a punto de parir su sexto hijo. No sabe dónde dará a luz, pues asegura que en el Materno Infantil Hugo Chávez, donde solo le habrían podido brindar tres consultas prenatales, le advirtieron que no había insumos para atender su parto, y que ella misma debía buscar otro centro de salud con mejor dotación.
En una olla tiznada quedan restos de las caraotas que han comido durante dos días. En una mesa, un kilo de harina de maíz. En una de las rejillas de la nevera, una cesta con una manzana a la que le falta un tajo, tres cebollas, una rama de cebollín, un tomate, un pimentón y un pepino. En la puerta del refrigerador, que hay que abrir con cuidado porque está oxidada y despegada, un poco de leche, avena y fororo…

-¿Y qué comieron antes de las caraotas?

-Verduras.

-¿Qué tipo de verduras?

-Yuca y ocumo con mantequilla.

-¿Y qué han comido los niños?

-Lo mismo. Lo poco que se consigue se consigue caro. Yo dejo de comer para darle a los niños.

-¿A ustedes les llegan los alimentos del Clap, de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción?

-Aquí en el barrio nos llegaba mensualmente. Pero hace dos meses no nos llega. La bolsa trae tres kilos de arroz, tres kilos de harina, dos kilos de pasta, un kilo de azúcar, un kilo de leche, medio kilo de caraotas, medio kilo de lentejas y un litro de aceite. Esa bolsa solo nos alcanza para ocho días.

-¿En el Hospital Materno Infantil Hugo Chávez le han dado vitaminas, hierro, ácido fólico?

-Solamente calcio. Una sola vez, porque el resto de las veces no había. Una vez pude comprar hierro y ácido fólico, pero no los he tomado regularmente. En estos días he tenido fiebre y he tenido que comprar Atamel, a 500 bolívares cada pastilla.
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La familia sobrevive en un rancho construido con zinc en el borde de un cerro, en el barrio Negro Primero, al sur de Caracas.
La mujer asegura que en el Hospital Materno Infantil Hugo Chávez tampoco hay material para practicarle los exámenes de laboratorios que necesita toda mujer embarazada: “Dicen que no hay reactivos”. Precisó que tuvo que pagar los últimos exámenes que requirió, a un costo de 115.000 bolívares, más de la mitad del ingreso semanal de la familia, el cual proviene del trabajo a destajo que realiza su esposo con un vehículo de carga prestado.
Sin embargo, al menos el 2 de noviembre de 2017, en el laboratorio del Materno Infantil Hugo Chávez sí ofrecían exámenes prenatales gratuitamente. “Pero solo por cita y exclusivamente para las pacientes de acá, porque no alcanza para todo el que venga”, indicó una empleada del lugar.
Zuleima Pérez parió el 13 de noviembre, el día de su cumpleaños. Ámbar es el nombre de su bebé, la cual pesó 3 kilogramos y midió 50 centímetros. Cuenta que ese día acudió al Hospital Domingo Luciani para tramitar su esterilización; entendió que seis hijos es demasiado y que ser “buena paridora” (como se reconoce) no es motivo de alegría, habida cuenta de la situación de pobreza extrema en que sobrevive su familia.
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Zuleima asegura que quiere esterilizarse y que no ha podido hacerlo porque los hospitales públicos están colapsados.
“Cuando me hicieron el tacto tenía 6 centímetros de dilatación. Estaba pariendo y no me había dado cuenta, porque a mí nunca me dan dolores”, relata. Asegura que recibió buena atención, que le suministraron lo esencial (una bata, un gorro y zapatos desechables), que a las 11:20 am ingresó a la sala de parto y que a las 12:08 ya era madre por sexta vez. Permaneció hospitalizada tres días más con la esperanza de lograr que la esterilizaran. Sin embargo, cuenta que en ese hospital público aumentaron las intervenciones quirúrgicas prioritarias y que le sugirieron que regresara en 40 días para evaluar la posibilidad de colocarle un dispositivo intrauterino. Admite que nunca ha recibido orientación en materia de planificación familiar más allá de lo que le dicen sus vecinos: “Mujer, ya no debes parir más, no tienes ni siquiera comida que darle a tus hijos”.
Para su hija recién nacida Zuleima apenas tiene 10 pañales de tela que le regaló un familiar que trabaja en un hospital. Otros dos desechables le costaron 7.500 bolívares cada uno; ella está dispuesta a utilizarlos todas las veces que sea posible, a pesar de que con cada uso aumenta el percudido. Todos están tendidos al sol en la entrada del rancho.
Dice que alimentará a Ámbar y a Alexa, su otra hija de 14 meses, con leche materna, pues no puede comprar leche maternizada. “Hace pocos días se me dañó la nevera, pero igual no tenemos nada de comida para guardar allí y lo que seguimos comiendo es arepa sola”, expresa entre el lamento y la resignación.
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